
Es cierto que el mundo se cambia subiendo la compra de la vecina del cuarto, en tu edificio que no tiene ascensor. Se cambia implicándose en el reciclaje o teniendo tus ahorros en banca ética, y de muchas otras formas. Una de ellas es el consumo crítico y responsable.
Olvidando que somos ciudadanos, enfoque que habitualmente tenemos las entidades sociales, también somos clientes y consumidores y, por tanto, tenemos el poder de destinar nuestro consumo a causas y valores que compartimos.
Tenemos la capacidad de fomentar el comercio local y contaminar menos con el transporte de productos, así como de crear economía de cercanía. Podemos garantizar sueldos dignos en el sur con el consumo de comercio justo, y podemos consumir productos de temporada, para que no tengan que venir de la otra punta del planeta y así desarrollar y poner en práctica una conciencia crítica y verdaderamente solidaria.
El consumo crítico se plantea las condiciones sociales y ecológicas en las que se ha producido un producto u ofrecido un servicio. El consumidor revisa la historia del producto y la conducta de la empresa.
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